Nacimiento de mariposas






NACIMIENTO DE MARIPOSAS
¿Se imaginan ustedes que los gusanos llamen “crisis” al nacimiento de las mariposas? Pues me da a mí que si aguzan los oídos algo así le dicen nuestros hermanos los gusanos. Y es que hay mucho de determinismo psicológico y cultural en nuestra perspectiva de las cosas y esto hace que muchas veces cualquier cambio se vea como una crisis cuando no lo es. El acto más revolucionario que podemos hacer en estos tiempos confusos es ser optimistas. Necesitamos ser optimistas para llegar a presenciar el nacimiento de las mariposas.
Normalmente ni elegimos nuestras creencias, ni nuestros valores y ni siquiera nuestras aspiraciones. Todo ello nos viene determinado durante nuestro proceso de condicionamiento. ¡Y fíjense que creemos tener las riendas de nuestra vida!  Nuestra forma de comprender la vida, tomar decisiones y buscar logros está condicionada desde que nacemos por nuestro entorno y sus proyecciones. Ese es el angosto margen de la libertad.
Y para tiempos angostos, los nuestros. Como fichas de dominó hemos visto caer en los últimos años, entre otros muchos a instituciones y estados de lo más solvente hasta entonces: Lehman Brothers, Bank of America, Irlanda, Portugal, Grecia, Italia. Todo gracias a los especuladores y su entramado de ingeniería financiera cuyo objetivo es el lucro sin límites ni piedad. En este contexto, los logros sociales conseguidos en épocas pasadas corren un grave peligro y quizás de aquí a unos años tendremos que explicar a nuestros niños que la enseñanza pública se terminó, que la sanidad pública se terminó, a los parados que no tienen derecho a subsidio alguno y a los abuelos que las pagas de jubilación y viudedad también se terminaron.
Y la desvergüenza tiene un nombre. Empecemos por las entidades bancarias, los mercados, agencias de calificación, bancos mundiales y europeos, fondos monetarios, fondos de inversión, los gobiernos que permiten este desbarajuste. ¿Saben que en la bolsa se puede vender algo sin tenerlo? ¿Y saben, además, que es perfectamente legal, que no hay que pagar impuestos ni comisiones si se hacen las transacciones de cierta manera? Y mejor no empecemos con los paraísos fiscales. En este contexto nos dicen que tenemos que apretarnos más y más y más el cinturón, que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades. Bueno, de entrada unos más que otros.
Finalmente, va a parecer que, en efecto, la esperanza es lo único que no podemos perder porque es lo único que nos va a quedar. ¿Y qué vamos a hacer? Nada, sobrevivir, como siempre. Agarrémosnos de las manos y esperemos pacientemente el nacimiento de las mariposas.

¿Se imaginan ustedes que los gusanos llamen “crisis” al nacimiento de las mariposas? Pues me da a mí que si aguzan los oídos algo así le dicen nuestros hermanos los gusanos. Y es que hay mucho de determinismo psicológico y cultural en nuestra perspectiva de las cosas y esto hace que muchas veces cualquier cambio se vea como una crisis cuando no lo es. El acto más revolucionario que podemos hacer en estos tiempos confusos es ser optimistas. Necesitamos ser optimistas para llegar a presenciar el nacimiento de las mariposas.
Normalmente ni elegimos nuestras creencias, ni nuestros valores y ni siquiera nuestras aspiraciones. Todo ello nos viene determinado durante nuestro proceso de condicionamiento. ¡Y fíjense que creemos tener las riendas de nuestra vida!  Nuestra forma de comprender la vida, tomar decisiones y buscar logros está condicionada desde que nacemos por nuestro entorno y sus proyecciones. Ese es el angosto margen de la libertad.
Y para tiempos angostos, los nuestros. Como fichas de dominó hemos visto caer en los últimos años, entre otros muchos a instituciones y estados de lo más solvente hasta entonces: Lehman Brothers, Bank of America, Irlanda, Portugal, Grecia, Italia. Todo gracias a los especuladores y su entramado de ingeniería financiera cuyo objetivo es el lucro sin límites ni piedad. En este contexto, los logros sociales conseguidos en épocas pasadas corren un grave peligro y quizás de aquí a unos años tendremos que explicar a nuestros niños que la enseñanza pública se terminó, que la sanidad pública se terminó, a los parados que no tienen derecho a subsidio alguno y a los abuelos que las pagas de jubilación y viudedad también se terminaron.
Y la desvergüenza tiene un nombre. Empecemos por las entidades bancarias, los mercados, agencias de calificación, bancos mundiales y europeos, fondos monetarios, fondos de inversión, los gobiernos que permiten este desbarajuste. ¿Saben que en la bolsa se puede vender algo sin tenerlo? ¿Y saben, además, que es perfectamente legal, que no hay que pagar impuestos ni comisiones si se hacen las transacciones de cierta manera? Y mejor no empecemos con los paraísos fiscales. En este contexto nos dicen que tenemos que apretarnos más y más y más el cinturón, que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades. Bueno, de entrada unos más que otros.
Finalmente, va a parecer que, en efecto, la esperanza es lo único que no podemos perder porque es lo único que nos va a quedar. ¿Y qué vamos a hacer? Nada, sobrevivir, como siempre. Agarrémosnos de las manos y esperemos pacientemente el nacimiento de las mariposas.

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